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miércoles, 11 de julio de 2012

La sangre

La sangre es un líquido coagulable que transporta en suspensión células de diferentes formas y funciones, tales como hematíes, leucocitos y plaquetas. Circula por un sistema de vasos por todo el cuerpo, y sirve como intermediario entre el medio exterior y los diferentes tejidos, órganos o elementos anatómicos.

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Según el circuito que utiliza, se conoce como sangre arterial o roja, la que se distribuye mediante las arterias por todo el organismo una vez oxigenada en los pulmones; y la sangre venosa o negra, la impurificada que regresa por las venas desde los órganos hasta el corazón, y desde éste a los pulmones portando las sustancias de desecho de las células.

Funciones

Las funciones de la sangre son varias y muy importantes: aporta a los tejidos el oxígeno y sustancias necesarias para las actividades celulares del metabolismo, y toma a su vez el dióxido de carbono de los mismos. Es un vehículo de eliminación de los productos de excreción del trabajo celular. Transporta las vitaminas, las hormonas elaboradas por las glándulas de secreción interna, y distribuye las enzimas, que desempeñan un importante papel en diversos procesos nutritivos.

La sangre interviene en los procesos de defensa del organismo, aportando leucocitos (glóbulos blancos) a las zonas infectadas. Ocasionalmente, la sangre también actúa como vehículo diseminador de la infección, al invadir el torrente sanguíneo determinados agentes infecciosos, ejemplo de la septicemia (invasión por gérmenes o productos tóxicos), bacteriemia (invasión por bacterias) y viremia (invasión por virus). La sangre también interviene en los mecanismos termorreguladores, y en la regulación del medio interno gracias al equilibrio ácido-base. Finalmente, una función muy importante de la sangre es su capacidad de coagulación, que permite la inhibición de los procesos hemorrágicos; la deficiencia en esta función es una enfermedad hereditaria transmitida por la mujer pero desarrollada exclusivamente por los varones, denominada hemofilia, y que puede producir hemorragias severas ante simples heridas o pequeños traumatismos, precisamente por la incapacidad de coagulación de la sangre ante la ausencia de plaquetas.

Las alteraciones principales de los elementos de la sangre son: la anemia, caracterizada por una merma o alteración de los hematíes circulantes en la sangre; y la leucemia, que es una neoplasia de los glóbulos blancos, o proliferación tumoral del tejido productor de elementos formes de la sangre.

Características y constitución

La sangre es un líquido viscoso, de color rojo y sabor salado; es ligeramente alcalino (su pH es 7,36). En los vertebrados debe su color a la hemoglobina, una proteína intensamente roja cuando está oxigenada, como la que circula por las arterias, y algo más oscura cuando ya no transporta oxígeno, como la que circula por las venas. El volumen total es de unos 5 litros aproximadamente, por lo que constituye una importante fracción del medio interno en una persona adulta.

El color rojo de la sangre se debe a una proteína llamada hemoglobina, que se torna intensamente roja cuando está oxigenada

La sangre consta de una fracción líquida, el plasma, y una fracción celular: los glóbulos rojos (eritrocitos o hematíes), glóbulos blancos (leucocitos) y plaquetas (trombocitos).

Plasma

El plasma es la parte líquida de la sangre y ciertos tejidos, que contiene sustancias nutritivas y reconstituyentes. Está formado mayoritariamente por agua en un 90%; el 10% restante contiene gases respiratorios (oxígeno -O2-, dióxido de carbono -CO2-), sustancias reguladoras (proteínas, hormonas, enzimas, sales minerales), sustancias defensivas o protectoras del organismo (anticuerpos), productos de desecho del metabolismo (urea, ácido úrico, ácido láctico), y sustancias alimenticias (aminoácidos, glúcidos, lípidos, vitaminas).

El plasma sanguíneo contiene además fibrinógeno, una proteína que permite la coagulación de la sangre y la formación de otras proteínas, como la globulina y albúmina. Cuando se produce la coagulación, el fibrinógeno se transforma en una red de fibrina, y el medio líquido que queda es lo que se conoce como suero, una sustancia de color amarillo verdoso que posee los mismos componentes que el plasma, pero sin el fibrinógeno, ya que éste se ha transformado en fibrina y forma parte del coágulo.

Características y constitución

Glóbulos rojos

Los glóbulos rojos, eritrocitos o hematíes, tienen forma discoide, bicóncavo, y miden unas 9 micras de diámetro. Contienen la hemoglobina, responsable del color rojo de la sangre y del transporte de oxígeno desde los pulmones hasta las células. El número normal de hematíes oscila en el hombre entre los 4,8 y 5,8 millones por cada milímetro cúbico, y entre 4,2 y 5,1 en la mujer.

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Los glóbulos rojos contienen la hemoglobina, responsable del color rojo de la sangre y de transportar el oxígeno a las células

Los hematíes son células que carecen de núcleo (sólo en la mayoría de los mamíferos) y por tanto no se pueden reproducir. Su formación se realiza en la médula ósea (eritropoyesis) según el organismo los va necesitando, a partir de células nucleadas, los hemocitoblastos; cuanto más oxígeno se requiera mayor será la producción. Así, en las zonas de gran altura sobre el nivel del mar, donde disminuye el oxígeno atmosférico, la producción de hematíes aumenta para cubrir la deficiencia de oxigenación que se produciría en la sangre; las poblaciones que se sitúan en esos niveles suelen manifestar cifras superiores a los 6 millones de hematíes por milímetro cúbico. El mecanismo que regula la formación de los hematíes es complejo y necesita la presencia de varios factores, tales como la existencia de iones, cobre, y vitamina B12 (que depende del factor de absorción del intestino).

El ciclo vital de los hematíes dura entre 100 y 120 días, siendo después destruidos (eritrolisis) por las células del sistema reticuloendotelial (SRE), especialmente en el bazo, pero también en el hígado y médula. En su desintegración, la hemoglobina que contiene se descompone en hemosiderina, un pigmento amarillo rojizo que contiene hierro trivalente, y utilizada para la formación de nueva hemoglobina, así como bilirrubina, que es excretada por la bilis.

Los hematíes aportan oxígeno a los tejidos para que puedan desarrollarse las reacciones metabólicas y, al mismo tiempo, recogen el dióxido de carbono que se ha generado en estas reacciones y lo retornan a través del sistema venoso hasta los pulmones, donde lo liberan, para posteriormente oxigenarse de nuevo y comenzar otro ciclo.

Glóbulos blancos

Los glóbulos blancos o leucocitos son cada una de las células nucleadas (con núcleo y estructura citoplásmica), globulares, incoloras, y de movimientos amiboides, que se encuentran en gran número en la sangre, la linfa y el tejido conjuntivo, y que poseen funciones generalmente fagocitarias, es decir, destruyen los cuerpos extraños que penetran en el organismo. Son células de mayor tamaño que los glóbulos rojos, pero menos numerosas, se estima su número entre los 5.000 y 10.000 por milímetro cúbico, aunque suelen aumentar durante las infecciones bacterianas.

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Célula de glóbulo blanco o leucocito

Los glóbulos blancos se clasifican en cinco tipos distintos repartidos en dos series: la granulocítica (neutrófilos, basófilos y eosinófilos), y la agranulocítica (linfocitos y monocitos); éstos últimos son de mayor tamaño que los de la serie anterior. Los granulocitos y monocitos tienen funciones fagocíticas ante la entrada de microorganismos en el cuerpo; los linfocitos tienen que ver con la funciones inmunitarias, y son los responsables de la formación de anticuerpos y de la estimulación de otras células que también están relacionadas con la inmunidad. En general, unos y otros tienen algún tipo de influencia en la defensa del organismo y el sistema inmunitario.

Determinados leucocitos se originan en el timo, éste es un órgano de los vertebrados, situado generalmente en la región faríngea o cervical, formado embriológicamente de las bolsas o hendiduras branquiales. En los mamíferos se halla en el pecho (en el mediastino); alcanza su máximo desarrollo durante los primeros años de vida y luego se atrofia hasta quedar reducido a un vestigio adiposo. Interviene en los mecanismos inmunológicos de defensa del organismo, participando en la maduración de un tipo de linfocitos, por ello se denominan linfocitos T (o células T). Los hay de varias clases, y concretamente sobre una de ellas, los T4, recae la acción patógena del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), para desarrollar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (el conocido como SIDA).

Plaquetas

Las plaquetas o trombocitos, son cada uno de los pequeños fragmentos existentes en la sangre de los mamíferos, que corresponden a células de gran tamaño de la médula roja de los huesos, los megacariocitos. Tienen un tamaño de entre 2 y 3 micas, y sobreviven un máximo de 10 días antes de ser destruidas por el sistema reticuloendotelial. En condiciones normales, se encuentran en la sangre en un número de entre 150.000 y 350.000 por milímetro cúbico.

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Las plaquetas o trombocitos intervienen en la coagulación sanguínea, y es de gran importancia en la taponación de los vasos sanguíneos cuando se producen roturas o heridas

Las plaquetas o trombocitos intervienen en la coagulación sanguínea. Es de gran importancia para taponar los vasos sanguíneos cuando se produce su rotura, sea por una herida o traumatismo, formando un coágulo e impidiendo la pérdida masiva de la sangre. Este proceso está inhibido en la sangre circulante gracias a la presencia en el plasma de antitrombinas, como la heparina, que inactivan una enzima denominada trombina, la cual interviene en la coagulación de la sangre transformando el fibrinógeno que contienen en fibrina. Sin las antitrombinas la sangre podría coagularse en el interior de los vasos y provocar la muerte.

Grupos sanguíneos

Los grupos sanguíneos son cada una de las cuatro divisiones (AB, B, A y 0) en las que se clasifica la sangre humana, de acuerdo con su contenido en dos antígenos (aglutinógenos) A y B. Los antígenos son sustancias de elevado peso molecular que se encuentran en la superficie de los eritrocitos y los anticuerpos (aglutininas anti-A y anti-B) existentes en el plasma. Son capaces de estimular la formación de anticuerpos y reaccionar específicamente con ellos; se utilizan como fundamento en la vacunoterapia y la sueroterapia.

Los antígenos A y B están directamente relaciones con factores hereditarios.. Estos factores son dominantes, pero existe un tercero que indica la carencia de los dos. Así, se pueden dar cuatro casos en los diferentes individuos:

1. Que posea eritrocitos con antígenos A y B, y plasma sin anticuerpos. Esta persona será del grupo AB.

2. Que posea eritrocitos con antígeno A, y plasma con anticuerpos anti-B. En este caso los anticuerpos anti-B aglutinarían los eritrocitos del grupo B. Esta persona será por tanto del grupo A.

3. Que posea eritrocitos con antígeno B, y plasma con anticuerpos anti-A. En este caso los anticuerpos anti-A aglutinarían los eritrocitos del grupo A. Esta persona será por tanto del grupo B.

4. Que posea eritrocitos sin ningún antígeno, y plasma con anticuerpos de ambos tipos (anti-A y anti-B), Esta persona será por tanto del grupo 0.

La clasificación de un individuo según su grupo sanguíneo tiene una significativa utilidad. Al tener la herencia un papel determinante, es de gran ayuda para determinar las paternidades dudosas. En las intervenciones que se requieran transfusiones de sangre resulta fundamental, puesto que el plasma de una persona receptora debe pertenecer a un grupo que no aglutine los eritrocitos del donante, es decir, para que exista compatibilidad sólo puede recibir antígenos A o B que ya contenga su sangre, en otro caso serían rechazados por su organismo. Así, un individuo de grupo AB puede recibir de todos los demás (es un receptor universal), pero sólo puede dar a los de su mismo grupo; en cambio, los individuos del grupo 0 pueden dar sangre a cualquier persona (es un donante universal), pero sólo pueden recibir la de su grupo. Por su parte, los individuos de los grupos A o B pueden recibir los de su mismo grupo y también del 0, y dar a los de su mismo grupo y también a los AB.

Otro sistema de grupos sanguíneos es el llamado factor Rh, o factor rhesus. Se trata de un antígeno descubierto en 1940 que se halla en los glóbulos rojos (eritrocitos) del 85% de los humanos. Los que lo poseen pertenecen al grupo Rh+ y los que no al grupo Rh-. La sangre Rh- puede ser transfundida sin ningún inconveniente a las personas del grupo Rh+, pero el proceso inverso de un grupo Rh+ a otro grupo Rh- sólo puede realizarse una vez, ya que la segunda vez la persona del grupo Rh- se sensibiliza frente a los eritrocitos Rh+, fabricando anticuerpos anti-Rh y destruyéndolos.

El factor Rh es pues un carácter hereditario dominante. Un ejemplo de ello sucede cuando una mujer embarazada que pertenece al grupo Rh- tenga en su seno un hijo cuyo padre sea Rh+ (el hijo también será Rh+ por la dominancia del padre); en este caso la sangre de la madre produce anticuerpos anti-Rh, que podrían destruir los eritrocitos del feto y conducirlo a la muerte si no fueran sustituidos, ya que el sistema eritropoyético del feto, o del recién nacido, es inmaduro e incapaz de responder a una destrucción masiva de hematíes. No suele ser peligroso el primer embarazo, pero sí el segundo. Para evitar la muerte del feto o del recién nacido se procede a la llamada exsanguinotransfusión, que consiste en transfundir sangre, generalmente a través de la vena umbilical si está recién nacido. Se utiliza sangre concentrada en dosis fraccionadas, al mismo tiempo que se va extrayendo la sangre nociva para el feto. Es la medida más eficaz en casos de incompatibilidad sanguínea entre el recién nacido y la madre con distintos grupos Rh.

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